sábado, 26 de mayo de 2012

Mujeres reales.

Altas o bajas. Gordas o flacas. Morenas, rubias, pelirrojas… Todas somos reales. Todas sin distinción. Todas estamos aquí y somos tangibles. Todas somos PERSONAS. Me pregunto cuándo el término “Mujer real” empezó a aplicarse a las mujeres que se salen del canon establecido por la moda y las revistas. Me parece que yo soy tan real como Elle MacPherson o Sara Carbonero. Y viceversa. Quizá más accesible, pero igual de palpable y visible.

Me pongo a pensar en los eufemismos que utilizamos a veces para dar rodeos y no utilizar las palabras concretas, los adjetivos que definen cómo somos en realidad. De un tiempo a esta parte parece que las palabras GORDA y FLACA han dejado de ser meros adjetivos calificativos a ser insultos, palabras con unos matices tan negativos que los entendemos como faltas de respeto y no lo son. O, al menos, no siempre. Me explico: cuando alguien te grita “¡Gorda!” por la calle lo dice obviamente para humillar, pero hemos llegado a ofendernos porque se encabece un artículo con la palabra “Gorda” cuando, claramente, sus matices son meramente descriptivos y carentes de indirectas. El problema radica en todas las connotaciones negativas que les hemos puesto encima a esas palabras y que, con el paso del tiempo, se han convertido en parte de ellas convitiéndolas en insultos que las alejan de su función descriptiva.


Hace unos años, en uno de esos momentos en que mi autoestima estaba tan bajo mínimos que rozaba la nulidad, me describía a mí misma como “bajita, gorda y fea”. Ha pasado el tiempo y mi visión de mí misma ha cambiado y lo sigue haciendo. No sin ayuda ni esfuerzo. Sigo diciendo que estoy gorda, pero el matiz que le daba entonces ha cambiado y ya no lo veo como un insulto a mí misma ni un motivo por el que quererme menos, sentirme inferior o creer que no valgo igual que el resto, sino como un reto, el de sacarme el máximo partido siendo como soy. Y soy gorda. Lo digo sin rodeos y sin avergonzarme de ello. Con esto no hago una defensa a ultranza de la obesidad al igual que no la haría de la extrema delgadez, pero de eso ya hablaré otro día.

Volviendo al tema de la mujer real y al hecho de meternos todas en el mismo saco me viene a la mente otra pregunta: si todas somos reales, ¿por qué la moda no refleja esa realidad? Es decir, ¿qué tiene de especial una talla 46, una 50 o una 60? ¿Por qué tienen un trato diferente esas tallas del recibido por las inferiores a la 44? No consigo ponerme en la piel de los diseñadores ni los fabricantes de ropa. Quizá sea muy poco objetiva en todo este asunto para conseguir ver los motivos que les llevan a parar de fabricar en la talla 44, la 46 en algunos casos. Yo tengo una razón creo que bastante lógica para entender que la mayoría de la población femenina, al menos en este país, lleva tallas superiores a la 40. Pensad en las rebajas y en las tallas que quedan en los expositores, en lo complicado que resulta encontrar tallas superiores a la 40. ¿Eso no querrá decir que se venden más las tallas de la 40 para arriba que las inferiores? Con esto no quiero decir, ni mucho menos, que se dejen de fabricar esas tallas o se las trate, también, de especiales, sino todo lo contrario, que, además de fabricar esos tallajes, se empiece a fabricar ropa en tallas por encima de la 46 de las mismas características que la que se fabrica por debajo de ella.


Hace relativamente poco tiempo, creo que no llega al medio año, fui a comprarme unos vaqueros. Unos normales y corrientes, rectos, de los de toda la vida, lo que, creo, ahora se llaman unos boyfriend ¿? Directamente fui a la tienda de tallas grandes, no me entretuve en rebuscar en otras tiendas aunque, tal vez, los hubiera encontrado, pero no es el tema. Había perdido cerca de 5 kilos cuando fui a comprarlos y bastante volumen a juzgar por la ropa que tenía en casa. Cogí mi talla habitual esperando que me estuviera grande, cuál fue mi sorpresa al comprobar que ni siquiera me pasaba de la cadera. Pues nada, una talla más y preguntarle a la chica. Cuando me sacó una 58 y una 60 no daba crédito, pero menos cuando me los probé y vi que me estaban perfectos. Es decir, que mis 5 kilos menos y la pérdida consecuente de volumen se traducían en 4 tallas más. Me fui con los vaqueros y un bajonazo terrible. Cuando se me pasó me puse a pensar en que, si eso sucedía con las tallas grandes, ¿qué pasaba con las “normales”?


Esta historia viene a cuento de meternos a todas en el mismo saco y, ya de paso, normalizar las tallas. En los dos sentidos de la palabra. En el sentido de que una 34, una 42 o una 70 sean iguales en Zara que en la tienda de la esquina y en el sentido de dejar de estigmatizar ciertas que tallas que, por considerarse grandes o pequeñas, se denominan “especiales”. Y, ya de paso, dejar de denigrar los adjetivos “gorda”, “flaca”, “bajita”… y convertirlos en lo que realmente son, descripciones, sin eufemismos, porque ya se ha visto que reales somos todas. Y como todas lo somos, ¿por qué que una modelo de talla grande sea portada de una revista es noticia? ¿Por qué que una publicación decida hacer un "especial" tallas grandes es noticia? Quizá hace falta quitarnos el prejucio de que todo lo que se sale de la norma establecida, de los cánones impuestos, es especial y, por tanto, hablar de ello es noticia. Quizá el poblema radica precisamente en esos cánones que nos dicen cómo hemos de ser, cuanto debemos pesar y que seríamos más guapas si pesáramos 20 kilos menos.
Me pregunto si una chica de la talla 38-40 ha sufrido alguna vez la pulla de "Si pesaras X kilos más (o menos) estarías mejor y más guapa". No pretendo ofender a nadie con esta cuestión, pero es algo que todas las personas que usamos una "talla grande" sufrimos a diario y, a menudo, de gente cercana y querida. Hace poco mi abuela me vio con un pantalón corto y me dijo (textualmente) "Hija no te vistas así, que tienes las piernas muy gordas, si las tuvieras más finas aún...". Se me debió quedar cara de póker, pero es la pura realidad. Parece que la belleza radica en un cuerpo perfecto, en el equilibrio perfecto entre peso y altura y, ya de paso, una cara bonita. Yo siempre he pensado que en la variedad está el gusto y que para gustos se hicieron los colores, qué aburrido sería el mundo si a todos nos gustara lo mismo.

Volviendo al tema, y con esto ya acabo, lo importante, lo realmente importante de este asunto, lejos de si un semanal ha decidido titular un artículo utilizando la palabra "Gorda" es pensar en el término que, hasta ahora, hemos elegido para sustituir a esa palabra, pensar en el término mujer real y empezar a entender que reales somos todas las mujeres, desde la talla más pequeña a la más grande, las modelos, actrices, nuestras madres, hermanas, primas, compañeras de clase, amigas, la chica que trabaja en el supermercado, la panadera, la vecina del cuarto... y nosotras mismas.

5 comentarios:

  1. Guapa!! ME ha encantado tu entrada...Esta semana el tema ha estado muy presente en la red...Yo estoy de acuerdo contigo, he vivido lo mismo que tu con las tallas en mis carnes y lo sigo viviendo...Quizás ahora en menor medida porque he sabido con los años sacar el mayor partido a mi cuerpo y también porque he perdido unos cuantos kilos y gracias a los blogs he conocido tiendas donde comprar ropa de mi talla...Mujeres reales...TODAS...no hay diferencia que tengas una 34, 42 o 60...

    Un besazo y felicidades por el post!

    LasCositasdeLulu

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  2. Hola! digo lo mismo que Lourdes, ultimamente este tema está que arde y muy presente en todos los blogs y revistas. No me gusta ser noticia por gordita, pero esto es mejor al silencio de todos estos años. Gracias!!!

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  3. Buenos días guapa! yo ya he dejado constancia como sabes en el blog, de lo que pienso, bueno yo alucino pq en tienda "normal" gasto una 46 y en talla grande una 48 a veces no me ha entrado???? estamos locos??? en fin, que ya está bien de estar en silencio! se nos tiene que oir para conseguir normalizar el tema!

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  4. Fua, ¡ole, ole y ole! No puedo estar más de acuerdo contigo, chiquilla... Me he sentido muy identificada con todo lo que has dicho, de verdad. A mí eso de: "nena, no te pongas eso, que tienes el culo muy gordo" me lo dice hasta mi padre. O lo que es peor: Remei, si tuviera dinero, te compraba una operación para ponerte tetas, hija, que estás muy plana. Madre mía... ¿Cómo se queda una cuando incluso tu familia te dice esas cosas?
    Me gusta mucho todo lo relacionado con esta iniciativa de la Mujeres Reales y lo que representa pero, la verdad, es que a expensas de reivindicar la normalización de todas las tallas, nos estamos olvidando de un montón de cosas. Porque yo soy gorda. Pero también llevo una 42 de pie (que siempre me ha llevado por el camino de la amargura, que las chicas se ve que sólo pueden tener hasta una 41 de calzado), de sujetador tengo una 85 y de contorno no me cierra ninguno porque tengo demasiada caja torácica, y tengo amigas que, por el contrario, tienen tanto pecho, que se tienen que operar para reducir.
    No sé... Creo que deberíamos hablar de todo. Y hacer visible que tampoco estar gordo es tener un barrigón o estar proporcionalmente grande.
    Vaya rollazo que te he metido XD Espero que no te hayas aburrido XDDD

    Mil besos, ¡me encantas! Te acabo de descubrir y me encantan tus opiniones, de verdad :D

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    Respuestas
    1. El cuerpo que se te queda cuando alguien cercano o un familiar te suelta esas perlas es indescriptible, te hacen sentir peor que mal...
      Yo llevo un 41-42 de pie, siempre le he tenido grande. Para la comunión me las vi y me las deseé para encontrar zapatos, 9 años y un 37... Y el vestido porque me lo hicieron a medida, porque ya era grandecita.
      Hay mucho trasfondo en este tema, los pies, el pecho, la barriga, la cadera... estar proporcionada es lo mejor que te puede pasar (creo que en ese sentido soy bastante afortunada).
      Bienvenida al blog :)

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